miércoles, 24 de junio de 2009

Es A Ti A Quien Quiero - cap 07 - Inuyasha x Kagome

CAP 7
Inuyasha se clavó con fuerza la plateada hoja del puñal en el estómago. Sin embargo, no notó el frío de la hoja ni el calor de la sangre brotando. Miró hacia abajo y sólo pudo ver un denso polvo de color plata que se iba desvaneciendo. Al instante, Kagome recuperó el sentido, respirando muy fuerte, como ahogándose, para recuperar el aire perdido. Después de eso, volvió a desmayarse otra vez. Inuyasha la cogió en brazos: una mano detrás de sus rodillas y la otra en su espalda.
- Podéis pasar- se oyó la voz de Suzinku- valoráis el amor por encima de todo. Habéis desafiado las leyes del malvado infierno, por lo que poseéis la valentía y la dignidad para seguir adelante.
De repente, volvieron a aparecer ante el grupo como si nada. Después de un rato de explicaciones, continuaron caminando por la oscura ciénaga (Inuyasha cargaba con kagome) en silencio. Al cabo de unos instantes de camino, se encontraron con otro portal. Al acercarse a éste, podían divisar otros iguales: infinidad de ellos! Se escondían entre la niebla, como si cada uno llevara a un sitio diferente. Sorprendentemente, sabían que camino debían tomar, sin que nadie les hubiera dicho nada: el agujero negro que tenían más cerca en el lado derecho era el que conducía al infierno particular de Naraku. Se lanzaron sin miedo. Justo en ese momento, Kagome despertó. Inuyasha y ella se miraron unos instantes y entonces él la dejó delicadamente sobre la nueva superficie que acababan de pisar. A ella le costaba un poco caminar. Le dirigió una débil mirada de agradecimiento al mediodemonio y fue a apoyarse en Sango.
Se encontraban en un largo pasaje de piedra envuelto de una neblina de color perla. Siguieron caminando a través de aquel curioso templo y al final pudieron ver una luz de color negro. Cuando se encontraron a su altura, el grupo pudo ver que estaba sobre un recipiente de mármol que recordaba una copa gigante. La luz se encontraba a medio metro por encima de la escultura. De repente, se volvió a escuchar la voz de Suzinku:
- Lo que estáis viendo es el alma del demonio Naraku. Era aquí donde queríais llegar?
- Sí- respondieron todos al unísono.
-Bien. Antes me habéis dicho que habíais venido a destruir un alma, que resulta que es ésta. Para hacer eso, tenéis que ofrecer sangre. Pero no sangre cualquiera- añadió cuando vio a Inuyasha arremangarse- tiene que ser sangre sacada por otra persona. Y esa sangre tiene que ser de la persona presente a la que más temía el difunto.
Todos miraron a Kagome, que se puso a temblar.
- Cúanta cantidad…?- empezó a preguntar, atemorizada.
- Con unas gotas basta. Y la persona que te lo haga tiene que hacerlo con ese cuchillo de piedra que está al lado del recipiente.
Kagome, sin dudar, cogió el arma y se la entregó a Inuyasha, que negó con la cabeza.
- Ni hablar- se limitó a decir- no voy a herirte- era la primera vez en semanas que se dirigían la palabra.
- Si quieres evitar el regreso de Naraku tienes que hacerlo.
- Y por qué yo…?
- Porque eres quien más sabe de cortes y de sitios de debilidad- mintió la chica. No quería decirle que era en quien más confiaba para no ofender a Miroku y a Sango.
Inuyasha vaciló un poco, pero cogió el cuchillo con firmeza. Los dos se acercaron al recipiente y la chica puso su antebrazo encima. Lentamente, él la arremangó y observó sus venas: podía ver la principal y distinguirla de las secundarias sin dificultad. Para no desangrarla, tendría que cortar una de las pequeñas. Con la mano que no sujetaba el arma, cogió débilmente la muñeca de Kagome para sujetarla. Cuando tenía el cuchillo a pocos centímetros de su piel, se detuvo en seco: estaba sudando.
- No puedo- dijo cerrando los ojos con firmeza.
Ella, sin responderle, le cogió la mano con la otra que tenía libre y la acompañó hasta su muñeca. Con delicadeza, le ayudó a rajar su piel con el arma.
Del casi profundo corte empezó a brotar sangre. Inuyasha, cerrando los ojos para no verlo, apretó débilmente la herida encima del recipiente. Kagome no soltó queja de dolor alguna. En el momento en el que el espeso líquido rojo tocó la superficie del cuenco de mármol, la bola de luz empezó a moverse, y se podían oír gritos: la voz de Naraku chillaba de forma tan estridente que tuvieron que taparse las orejas. Sufrió unos cuantos cambios y desapareció. Se había acabado todo.
FIN DEL CAP 7!

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